Qué decir de la ciudad del Che, la Santa Clara querida…
Muchas experiencias vividas en la ciudad donde hice mi intercambio, mi punto de
retorno y mi hogar en Cuba. Ciudad de provincia pero con espíritu, como dice la
canción de Tito. Gente de corazón noble me recibió aquí permitiéndome
aprender muchísimo tanto dentro como fuera de la Universidad.
Una de las primeras experiencias que tuve fue la caminata por la ruta del Che el día 8 de Octubre. Se partía de la UCLV -la Universidad- y el punto de llegada era el Parque de la ciudad dónde estaría el grupo de Buena Fe. Eran unos buenos ocho o nueve kilómetros recorridos bajo el sol abrasador y entre subidas y bajadas de las lomas. Por fortuna en compañía de amigos todo se vuelve ameno y llegué a disfrutarla mucho. En la foto estoy en compañía de Ale y Yanier, amigos con los que caminé la mayor parte del trayecto.
Hablaré ahora en términos más espaciales dada la cantidad de tiempo que estuve en la ciudad. Empezaré por el lugar de reunión por excelencia
de los jóvenes santaclareños, el malecón y el parque; el malecón es en realidad
un conjunto de escalones frente al parque Vidal dónde por la noche el ron y la
bulla son la moneda corriente de cambio entre la gente que se reúne a hablar de
la vida y tomar algo. El parque es en cambio el lugar ideal para pasar las
horas de la tarde cuando el sol está todavía arriba, allí pasé incontables momentos con los maravillosos amigos que esta ciudad me brindó como Laurita mi compañera colombiana, el Flaco, Adrian, Carlos, Luci mi compañera argentina, Sebas, Kety, Ismael mi amigo de Níger, los chicos del club de Periodismo y los de Letras y varios otros, y también con
aquellos que sólo estaban de visita en nuestra Universidad por algunos días como Azahara y Anderson.
Frente al parque hay ciertos lugares en los que me detendré,
y no son los canónicos –teatro, biblioteca, hotel- sino otros a los que recurrí
felizmente durante mi estadía como por ejemplo el pequeño local a un lado del
café literario, dónde el vendedor, un señor mulato con expresión bonachona, me
vendía los tabacos de a peso que tan entusiastas fumábamos con mi amigo
Yassiel. Otro lugar recurrente era la hamburguesería del Estado al lado del
Rápido y frente al malecón: era la cita infaltable después de salir de ver un
juego en el estadio de béisbol. Las hamburguesas con queso salvaron varias de
mis situaciones en estado famélico y digan lo que digan mis amigos cubanos sigo
sosteniendo que estaban bien buenas.
A un par de cuadras del parque, aunque no precisamente
enfrente está a mi juicio el alma cultural de la ciudad, una especie de barcito
con patio dónde los Jueves son de trova: el Mejunje. Sin duda las mejores
noches santaclareñas suceden allí, el aura que irradia el lugar es
sencillamente maravillosa, aunque no existe sólo por la noche, si por el día te
pinta tomar un café o picar algo, cuenta con un saloncito muy acogedor a la
entrada donde las horas se vuelven minutos sin que te des cuenta. Las noches con La Trovuntivitis, los Faquires y los chicos de la facu que hacían trova fueron las mejores..
Otro lugar muy bueno el Café Colao, también a dos cuadras
del parque.. Es un negocio cuentapropista muy lindo para pasar a tomarte un
café y tienen una muy amplia variedad. Yo iba siempre que podía. Una de las
paredes estaba escrita casi por completo y uno puede inmortalizar su momento
con un marcador en mano. La ocasión de la foto fue cuando Anderson, un amigo brasileño que estudiaba en Pinar del Río vino a pasar sus vacaciones a Santa Clara, y un rato antes de que arrancáramos para La Habana en tren pasamos por un café allí.
Cuando de cerveza se trata el lugar para acudir es sin duda
el Mambí, un barcito pasando el bulevar que desafortunadamente a las seis de la
tarde cierra sus puertas, pero al final uno termina adaptándose porque con el calor
cualquier hora se vuelve buena para tomar cerveza.
Históricamente hablando las citas infaltables son el Museo y
Monumento al Che Guevara y el Tren Blindado. Dos paseos que inspiran respeto. El
papel del Che fue uno de los más importantes en la historia de la Revolución,
junto con Camilo Cienfuegos fue asignado al frente de lo que se conocía como
las Villas –la parte central de Cuba- a fines del 58 cuando los revolucionarios
estaban luchando contra el régimen de Batista.
El monumento del tren blindado
es lo que queda en memoria de la interrupción del paso de dicho tren en
dirección a Oriente –Santiago de Cuba-, se dice que en sus vagones portaba
armas que gracias a la intervención del
Che y sus compañeros nunca llegaron a manos de los partidarios de Batista.
Otra cita infaltable por lo menos para mí es el estadio de
pelota Augusto César Sandino. Ver jugar a Villa Clara se convirtió en mi
intercambio una de mis escapadas favoritas. El estadio está al pie de la Loma
del Capiro, desde la que se puede ver toda la ciudad, y a la que es costumbre
subir a beber ron o simplemente para ver la inmensidad de las luces por la noche.
Los fines de semana sin embargo las inmediaciones el estadio se convierten en
ferias de todo tipo, desde verduras y frutas hasta comida preparada o
sándwiches que se pueden encontrar en los cientos de timbirichis.
Los alrededores campestres de la ciudad también son muy lindos para recorrer, en varias ocasiones nos fuimos de excursión atravesando los repartos y también a la presa Minerva que está a unos pocos kilómetros, muy buenas aventuras que uno podía hacer en sólo un día. Éstas fotografías corresponden a una de las primeras excursiones que hice en compañía de Sebas mi amigo bahiano que fue además, un mentor para mí en asuntos de las triquiñuelas de la cubanidad.
Un par de veces tuve el honor de que acudir a una caldoza, que es como una juntada típica de fin de semana o en celebración de algun cumpleaños o graduación, se escucha música todo el día, se juega al dominó -los cubanos se apasionan tanto jugándolo como nosotros con el truco- y se toma ron hasta el cansancio. Claro, y se come caldoza también, que es como una especie de estofado que se cocina por varias horas en un caldero. Son situaciones que a no ser que te quedes un buen tiempo en el lugar -y tengas un poco de suerte- escapan al cotidiano, pero que realmente vale la pena disfrutar en compañía de gente con buena onda. Yo compartí dos, una por la graduación de Sebas y otra con el grupo de ingeniería informática.
Santa Clara sin duda es emblemática, al igual que sus
símbolos, como por ejemplo el niño de la bota rota en el parque, la estatua de
Marta Abreu, el tren blindado, el Capiro o el malecón sin agua, pero
especialmente para mí, lo más especial que brindó la ciudad fueron las personas
y los amigos que tuve la oportunidad de hacer y conocer, tanto mediante la
Universidad como andando por la calle. Santa Clara fue para mí - y sigue
siendo- un lugar para volver.
Hasta la próxima!