Hace algunos momentos leí una
nota que un amigo español, -que hasta hace poco vivió aquí en Santa Fe- publicó
en un medio digital. Entonces comencé a fraguar unas líneas que hace rato
venían cocinándose en mi sinuosos pensamientos. Más allá de su opinión política
con la cual estoy más que parcialmente de acuerdo, el voltio que faltaba para
prender mi lamparita fue su ser foráneo.
Escribir algo sobre una fecha
patria del país en el que viviste un buen tiempo es sólo un síntoma.
Síntoma de un síndrome que yo también
padezco: es que algo me ha robado el corazón, como a mi amigo. El ladrón es al
fin y al cabo el mismo, pero con distintos colores. A él se lo robó Argentina,
a mí, Cuba y su Revolución. Él escribe sobre el 25 de Mayo, yo pienso en el 1°
de Enero y en la vuelta de los Cinco.
Pienso con regularidad lo bueno y
lo malo de eso Otro que es Cuba (pero que también puede ser Argentina) yo misma
cambié luego de haber vivido en esas tierras. Aprendí a vivir sin tanto
consumismo y más sencillamente, y admito sin rodeos que me enamoré un poco del
socialismo. Veo ahora las cosas de otra perspectiva, enamorarme de otro país
hizo (y todavía hace) que sea mejor persona y mejor ciudadana, hace que
re-flexione sobre muchas áreas de la sociedad, sobre la economía, sobre la
Universidad, sobre la Independencia, y la lista sigue.
Presumo que a mi amigo de España
le sucedió lo mismo. Pensar-nos desde afuera y luego volver-nos a pensar desde
adentro con el corazón próspero luego de las experiencias que importamos, es,
juzgo, una de las formas más productivas de aportar al mundo y a nuestro país
una ráfaga de re-significaciones que lo mejoren, o que al menos, lo intenten.
Hoy me alegra haber leído la
publicación anteriormente mencionada, me acordé que no soy la única que padece
el síndrome, que hay otras personas que re-piensan su país, sus políticas y la
cotidianeidad, en este caso desde el nuestro. Los que padecemos este síndrome
somos los que ponemos las cartas caídas sobre la mesa, las que nadie ve por
tenerlas tan internalizadas o por estar mirando las de la otra mesa. ¿Por qué
un extranjero se enamora de tu país? Tal vez para intentar salvar el suyo, para
completar(se), para completar(lo) o simplemente para volver a acercártelo.
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