miércoles, 22 de julio de 2015

Holguín (Cuba)


     Llegué a Holguín desde Santiago, en un camioncito de esos que ya estoy tan acostumbrada. Me bajé cerca de un pre -o escuela secundaria-. 

    De allí subí a otra guagua que me llevó hasta el parque Flores. Lógicamente hacía un calor de locos. No solamente estaba en el Caribe sino en tierra caliente que es como en Cuba se denomina a la parte oriental de la isla. De manera que no me hice rogar y fui a buscar urgente una heladería. 



    En Holguín la heladería del Estado no se llama Coppelia como en la mayoría de los lugares sino Guamá. De más está decir que  había una fila considerable para entrar… Pero la hice sin chistar, así que fiel a mi costumbre me zampé dos helados bestiales.
    Después, en un acto de valentía o locura, decidí ir al cerro de la cruz, que está a un costado de la ciudad, como custodiándola. Me subí a un bicitaxi que me llevó hasta cerca del pie del cerro. 

    Plena siesta. Un sol que abrasaba todo y yo subí hasta arriba. Una vez más probé mi boludez -o locura- que obviamente valió cada gota de sudor, porque la vista era maravillosa. Mientras esperaba un nenito me regaló una vaina de ginga, un árbol que por suerte está en la cima y da sombrita. Buena onda el pibe.

    La vuelta hasta el centro la hice mansita, como decimos los entrerrianos, sin prisa pero sin pausa. Cuando por el bulevarcito encontré un bar mi alegría se disparó como el dólar. Mayabita se llamaba el lugar y al mejor estilo chopería santafesina donde te sentás y pedís unos lisos, yo hice lo mismo pero en versión cubana. Diferencias aparte, cuando me trajeron dos jarras heladas me sentí como en casa y sentí la necesidad cervecera argento-alemana calmarse por un rato.

    Un rato después me fui a recorrer los alrededores. Juzgué a la ciudad como tranquila pero con sus joyitas, como un viverito de bonsái.





    A la tardecita como sabía que iba a jugar el equipo de Holguín de local contra Matanzas –uno de los candidatos de la temporada- me fui hasta el Calixto García –así se llama el estadio- en la misma guagua que me había traído hasta el centro a la mañana. 


    Mientras buscaba un buen lugar para ver el partido, un veterano aficionado me invitó a la platea de su peña deportiva. Se llamaba Rafael y el tipo sabía un montón de beisbol. Holguinero a morir y yo, que soy del campeón villareño por adopción, así que Matanzas era nuestro enemigo común. Para variar ese día era el cumpleaños del técnico de Matanzas, Víctor Mesa… Habrá sido el peor, porque Holguín le aguó la fiesta anotando 2 carreras contra 1. El pitcher fue una revelación para mí ¡tiraba balas en vez de pelotas! Ruiz de apellido, dicen que en un par de años va a ser el mejor pitcher de Cuba.
     Cuando terminó el juego nos fuimos caminando con Rafael para la terminal. Y ahí hice acampe en lo que venía mi guagua para pegar la vuelta a Santa Clara...

¡Hasta la próxima!

1 comentario: