Salimos
de Santa Clara con intenciones de llegar a Girón en un camioncito que salió
cerca de las diez de la mañana. Éste sólo llegaba hasta Cienfuegos, de manera
que una vez allí tuvimos que preguntar una y otra vez hasta que un alma
informada y caritativa nos dijo que enfrente del hospital al mediodía salía un
camión de color verde que iba para Girón.
Desde que nos subimos hasta que llegamos pasaron casi cuatro horas, el
precio era muy bueno –quince pesos cubanos- pero viajar en camión es todo un
desafío, y más aún cuando el camino es de varias horas.
Cuando llegamos lo
primero que hicimos fue buscar un hostal que nos alojara, y encontramos uno muy
bonito que nos hizo precio por ser estudiantes. Tras dejar las cosas nos fuimos
directa y rápidamente a recorrer la playa y sus alrededores. Girón es un lugar hermoso, casi sin explotar turísticamente
así que uno puede ponerse a tomar sol en topless sin pena alguna, tal como hizo
una sueca que había llegado un rato antes que nosotras a la playa.
Hay una especie de murallón
que en tiempos de ciclón resguarda la playa y el único hotel que hay. Casi es
posible atravesarlo de lado a lado, pero cerca del medio tiene un agujero
enorme, infranqueable dadas las condiciones en las que se encuentra el concreto
que sostiene la estructura. Lo bonito es que caminando sobre él se pueden ver
numerosos cangrejos, de todos los tipos, tamaños y colores.
Por la noche fuimos
a un restaurancito muy lindo y muy rico, en el que por treinta y cinco pesos en
moneda nacional se come más que bien.
El plan para el día
siguiente era ir a la cocodrilera, pero la guagua no pasó y autos casi no pasan
como para hacer dedo o botella, así que después de comer unas minutas de
pescado decidimos visitar el museo y luego hacer playa.
El museo de Girón está dividido en dos partes, de un lado se encuentran las armas que los estadounidenses usaron para intentar tomar la zona, del otro, están las que usaron los cubanos, cortesía en la mayoría de la Unión Soviética. Cuentan, que la invasión a la Bahía de Cochinos fue una tentativa que fue neutralizada solamente en un par de días y que se cuenta como una de las pocas derrotas yanquis en territorio extranjero.
Un rato después estabamos entre olas, caracoles,
palmeras y cocos. Una combinación con la que podría vivir el resto de mi vida.
El último día sí
pudimos visitar la cocodrilera que queda a unos cuántos kilómetros. Tuvimos que
tomar una guagua de las del hotel que por tres dólares nos llevaba y nos
buscaba al finalizar el día. Visitamos Guamá, una isla en medio de una especie
de pantano a la cuál únicamente se puede llegar en lancha, otro lugar de esos
tranquilos de los que no te querés ir. La excursión en lancha cuesta 10 cuc si
sos turista y la mitad si sos residente.
Luego de eso
visitamos el parque de los cocodrilos. Había cientos de ellos, tal cuál en los
documentales. Claro que ahora están protegidos porque hace unos cuantos años
eran cazados para el consumo. También hay varias jutías, serpientes y tortugas.
Es un lugar lindo para pasar la tarde.
La última cena la
hicimos nuevamente en el restaurancito acostumbrado, en el que cenamos las tres
noches. Comimos camarones y el acostumbrado arroz congrí por sesenta y cinco
pesos MN.
La vuelta la emprendimos finalmente por la madrugada, cerca de las cuatro, cuando tomamos la guagua para un pueblito cercano llamado Cayo Ramona desde dónde salía el camioncito verde –alias el camión de Rosendo- a eso de las seis de la mañana.
La vuelta la emprendimos finalmente por la madrugada, cerca de las cuatro, cuando tomamos la guagua para un pueblito cercano llamado Cayo Ramona desde dónde salía el camioncito verde –alias el camión de Rosendo- a eso de las seis de la mañana.
Hasta la próxima!